Pegajosas mis manos, pegajosos mi pies, pegajosos los roces aun queriendo no evito porque tambaleo sin querer.
Pegajoso el grillete, pegajosa la voz, pegajoso este suelo que se mueve y que no descifro, porque no le da el sol.
A lo lejos el eco de una voz, me pregunto si será el capitán de la nave. ¿A dónde iremos hoy? ¿A otra isla tal vez? ¿Al muelle de una gran ciudad? O quizás simplemente sigamos balanceándonos sobre el mar… ¿A quien elegirán hoy? ¿Quiénes serán los mejores pagados ahora? Ojala no sean los Mozambianos, no quiero alejarme de mi amor, aun no estoy preparado.
Ya es de noche lo se, no se escuchan las gaviotas ni encuentro pedazos de sus carroñas colados por las rendijas. Sentémonos todos en familia como si se tratase de una gran cena y disfrutemos de la luna aunque no se deje ver. Sonriamos de vez en cuando, no piensen en el mareo e imaginen que mañana será mejor. No olviden a sus familiares de otros barcos, el gran puerto de la ciudad esta cerca y con suerte podrán verlos allá, solo deséenlo de verdad.
He escuchado fuertes rumores, están considerando nuevas leyes a nuestro favor, aguantemos un poco más, peleemos contra la enfermedad y sigamos compartiendo el aire de este lugar, sé que en pocos meses todo cambiará; tengan Fé.
Otro día, otro sol, soltaron el ancla, otra vez la maldita rampa. Caminen, callen y no se quejen (aunque sientan morir por dentro)… ¿En que puerto estaremos? Otra vez estos nervios que me carcomen el alma. No vomiten, mantengan la calma, tal vez hoy no compren nada.
Buen sol sobre mi cara, aceite de pies a frente, el destino marca mi pecho; “hagan subasta y declinen por favor” no estoy preparado para esto.
No desesperes Berta mi amor, “se llevan mi fuerza pero no mi corazón”. Y por favor déjame un beso y sonríeme, quizás mañana comamos arroz.
Estefania Lourenco.
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