Una pila de largas cajas
amoblaron el lugar,
fueron testigos de las noches
maquillando aquel rincón;
entre polvo y olor guardado
escondían toda la magia
que tan solo ahora en mi mente
puedo triste, recordar.
Escalaba entre los vértices
que me daban el sostén,
ascendía siempre sonriendo
a la cita del deber;
y felizmente sin luz
observaba el paraíso
que ofrecía la oscuridad
y el silencio en mis oídos.
Las pelotas y monedas,
las figuras y billetes,
eran parte del tesoro
e inventario semanal;
par de gorras, tres dibujos,
un cuaderno y algo más
son la historia de la infancia
que sonó en aquel lugar
donde nació todo este sueño
que ató mis manos al pensar.
Estefania Lourenco.
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