Con las manos sudorosas
y marcadas por las uñas,
se levanta la figura,
femenina una vez más.
Las miradas del recinto
causan penas vergonzosas
y con cara viendo al suelo
ya camina sin andar.
El silencio en su apariencia
tranquiliza el exterior,
mientras dentro de su mente
los impulsos hacen fiesta...
Los regaños y opiniones
desafinan sin cesar
y disparan avalanchas
entre grito y desacuerdo,
que martillan su paciencia
y destruyen los valores.
Se levanta ahora ciega
escupiendo su pensar,
de la rabia expulsa llanto
y exibiendo su molestia,
rebeldía particular.
Regresando a su aposento
tiembla solo por reacción
y con pobres esperanzas
cruza brazos,
vuelve a callar.
Estefania Lourenco.
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